PENSAMIENTOS TRAMPOSOS

Sobre cómo interpretamos lo que percibimos.

Cuando creemos que algo es de cierta forma, generalmente se vuelve una verdad absoluta para nosotros. Las personas pueden tener un millón de versiones diferentes que no logramos ver. Cuando sí lo logramos, nos damos cuenta que las cosas no necesariamente tienen que ser como creíamos que eran, por más seguros que hubiéramos estado que así eran. Todo lo que vemos, sentimos, escuchamos, probamos y olemos, debe ser interpretado para que esa información tenga sentido para nosotros.

Desafortunadamente, es común que esa interpretación venga cargada con una connotación que, en vez de jugar a nuestro favor, juega en nuestra contra. Un ejemplo de esto es lo que se conoce en la literatura científica como distorsiones cognitivas, es decir, tendencias a procesar información de tal forma que se generalizan, eliminan o distorsionan los estímulos internos o externos a los que nos enfrentamos. En otras palabras, es cuando esa interpretación que hacemos cambia radicalmente eso que vemos, sentimos, escuchamos, probamos u olemos.

Estas distorsiones fueron estudiadas inicialmente en personas con depresión, y, recientemente, su estudio se ha ampliado mucho más. Esto no quiere decir que quienes identifiquen estas distorsiones en su vida tengan un trastorno mental; solo quiere decir que la investigación alrededor del tema, hasta ahora, se ha enfocado en personas que sí los padecen. Les cuento sobre algunas de estas distorsiones:

• Inferencia arbitraria: cuando saltamos a conclusiones negativas sin tener evidencia que las respalde, es decir, esa persona que cree que le están diciendo gorda porque la invitaron a ir al gimnasio.
• Catastrofizar: creer que ocurrirá el peor resultado posible, o sea la persona que no supo una respuesta del parcial y ya cree que va a perder el examen, y por ende la materia, y por ende el semestre.
• Comparar: además de tender a compararse a sí mismo con los demás, por lo general, se llega a la conclusión que se es inferior, es decir, esa persona que siempre se cree el/la peor del grupo.
• Pensamiento dicotómico: encasillar todas las experiencias en una de dos categorías, es decir, no ser capaz de considerar más posibilidades, como cuando se cree que alguien tiene que ser bueno o malo, sin puntos medios.
• Descalificar lo positivo: cuando rechazamos la naturaleza de las experiencias, características o atributos positivos, por ejemplo, no creyéndole a una persona que nos dice que estamos lindos.
• Razonamiento emocional: cuando sacamos conclusiones basándonos en nuestro estado emocional, por ejemplo, si estamos felices concluimos que somos muy buenos en nuestra carrera, pero si estamos ansiosos, no nos bajamos de incapaces.
• Externalización del autoestima: cuando basamos casi exclusivamente nuestro autoestima en la visión que los demás tienen de nosotros, o sea, solo me quiero cuando siento que a los demás les gusta lo que ven en mí.
• Etiquetar: usar términos derogatorios para referirse a sí mismo, es decir, constantemente referirse a uno mismo como incapaz, inadaptado, feo, etc.
• Leer mentes: concluir que otro está pensando algo negativo de nosotros sin evidencia que lo respalde, por ejemplo, estar hablando con alguien y pensar: seguramente esta persona está pensando que lo que estoy diciendo no tiene sentido, que me veo feo/a, etc.
• Minimizar: restar importancia a una característica, situación o circunstancia, es decir, este pensamiento: sí, soy creativa, pero eso no pesa tanto como el hecho que no soy “inteligente”.
• Sobregeneralizar: sacar conclusiones de un número limitado de experiencias y aplicarlas a situaciones diversas y/o poco relacionadas. Un clásico ejemplo de esto es la persona que dice que todos los hombres / mujeres hacen determinada acción solo porque su pareja lo hace.
• Perfeccionismo: es la tendencia a trabajar por alcanzar criterios de perfección impuestos por nosotros mismos u otras personas, sin que haya una pausa para examinar si estos criterios son sensatos y es realísticamente posible alcanzarlos o no.
• Personalización: asumir la responsabilidad por situaciones, eventos o reacciones externas, sin evidencia que lo respalde. O sea, creer que todo lo que pase es culpa de nosotros.
• Abstracción selectiva: cuando nos concentramos en un solo aspecto de una situación, magnificando su importancia, como cuando, por ejemplo, le damos tanta importancia al hecho de pesar una cantidad determinada de kilos, que prácticamente toda nuestra vida gira entorno a ese hecho.
• Declaraciones de “debería”: patrón de demandas internas, sin detenerse a examinar la sensatez dentro de un contexto de habilidades, recursos, entre otros, o sea pensar: yo debí haber sido capaz de pasar ese examen aun cuando el profesor no preguntó nada de lo dado en clase.

Con esto los invito a reflexionar si algunas veces nuestras interpretaciones vienen cargadas con un tinte negativo, y recordar que, el hecho que las cosas no necesariamente sean como creemos que son en un principio, es algo bueno, pues abre muchas puertas cuando sentimos que no hay salida o que nada puede mejorar. Esto quiere decir que siempre hay mucho que no hemos podido ver, sí hay opciones, solo no las hemos encontrado aún; un cambio en nuestra perspectiva puede abrir un sinnúmero de posibilidades nuevas.

Aquí les dejo un artículo sobre la relación entre errores cognitivos y los distintos niveles de depresión:

BLAKE, E., DOBSON, K. S., SHEPTYCKI, A. R., & DRAPEAU, M. (2016). The Relationship between Depression Severity and Cognitive Errors. American Journal of Psychotherapy, 70(2), 203–221. https://doi-org.ezproxy.javeriana.edu.co/10.1176/appi.psychotherapy.2016.70.2.203

Y uno sobre las distorsiones cognitivas en general:

Yurica, C.L., & DiTomasso, R.A. (2005). Cognitive distortions. In Encyclopedia of cognitive behavior therapy (pp. 117-122). Springer US.